El sistema social de dominancia en los animales jerarquía y sumisión
Como ya hemos explicado en alguna que otra ocasión, existen muchas especies de animales en el planeta que han decidido subsistir de una manera grupal, asociativa y participativa; o lo que es lo mismo, han resuelto que lo más conveniente para su supervivencia es la acción de vivir en grupo. Esta situación puede parecer lógica y natural, ya que una vida en grupo proporciona, sin duda, grandes ventajas a los individuos: beneficios térmicos y locomotores, ventajas reproductoras y durante la selección sexual, protección frente a depredadores, etc. Sin embargo, y como se suele decir, “no es oro todo lo que reluce”, y en estos sistemas sociales en los que el agrupamiento es el gran protagonista, la expresión resulta perfectamente válida.
Como bien sabemos, la vida en grupo no siempre es sencilla. Hay una gran cantidad de actores involucrados, así como factores y agentes externos que, en ocasiones, son difíciles de controlar por los individuos. Por ello, es necesario asumir que la convivencia dentro de una comunidad conlleva también una serie de costes, habitualmente relacionados con un aumento de la competición entre ejemplares. Amenazas, agresiones, estrés… Son acciones que se dan de manera frecuente en muchos grupos de animales, actos en los que casi siempre se encuentran involucrados los sujetos más dominantes. Pero, ¿en qué consiste exactamente la dominancia? En el presente artículo vamos a analizar este sistema social, y mencionaremos algunas ventajas e inconvenientes acerca del mismo.
¿En qué consiste la dominancia?
La dominancia es un sistema social jerárquico basado en la persistencia de un comportamiento agonístico entre individuos, es decir, un comportamiento relacionado y vinculado a conductas tales como la competencia, la lucha, el enfrentamiento o la oposición, las cuales se dan entre uno o varios ejemplares dominantes y autoritarios y otros individuos que son considerados subordinados.
El desarrollo de una conducta agresiva hacia los demás es, por tanto, la pauta más representativa de este tipo de sistema social, y a su vez el comportamiento más influyente en cuanto a las relaciones que suceden dentro de una comunidad. Y es que, la utilización del recurso de la agresión por parte de los individuos más dominantes provoca, entre otras cosas, y por consiguiente, la aparición de ejemplares más tolerantes y sumisos, estableciéndose así una serie de jerarquías las cuales pueden evitar, en última instancia, el desmembramiento del conjunto.
En cualquier caso, la dominancia no se trata de una característica fija que un individuo posea ya de serie, sino que consiste en un rasgo que dependerá del contexto y del entorno en el que se desarrollen los animales. En este sentido, cabe destacar que la dominancia parece ser un atributo cada vez más acentuado en los ambientes más hostiles; es el caso, por ejemplo, de las hienas manchadas (Crocuta crocuta) del desierto del Kalahari, manifiestamente más dominantes que otros individuos de la misma especie que habitan regiones más favorables.
No obstante, el ambiente externo no es el único factor que puede influir en la posible aparición de comportamiento dominante, sino que existen otra serie de agentes implicados en la dominancia que descubrimos a continuación.
¿Cuáles son los factores implicados en la dominancia?
Como venimos viendo, la formación de grupos y comunidades suele estar determinada por un sistema de dominancia, según el cual los individuos más autoritarios establecen y mantienen cierta jerarquía. Esta jerarquía no se basa, habitualmente, en mantener un sistema territorial, sino que está fundamentada por la presencia de grandes tamaños corporales y por la manifestación de caracteres sexuales secundarios; es decir, los ejemplares más dominantes suelen ser aquellos de mayor tamaño y con caracteres muy marcados, indistintamente de su edad, su sexo o la familiaridad que tengan con la zona que habitan.
El genotipo es otro de los factores que intervienen claramente en los sistemas sociales de dominancia, ya que parece evidente que la descendencia de aquellos individuos con una marcada tendencia autoritaria será, de igual manera, una descendencia con un acentuado comportamiento dominante. Sin embargo, no sólo la descendencia de los individuos más dominantes podrá desarrollar este tipo de conducta agresiva, sino que existen otros casos particulares en los que también se puede fomentar esta clase de comportamiento. Os pongo un ejemplo:
Existen ciertas especies de aves en las que, en determinadas ocasiones, una pareja de individuos puede encargarse de la adopción de los huevos de otra pareja reproductora. En este sentido, la conducta de los padres hacia sus nuevos polluelos será determinante en el futuro comportamiento de los pequeños, independientemente del genotipo. Por ejemplo, de los huevos de carbonero común (Parus major) que son adoptados por una pareja dominante, nacerán ejemplares igualmente dominadores. Pero, ¿por qué ocurre esto? La respuesta es clara: las hembras dominantes buscan el alimento de una manera más eficiente, y proporcionan mejores cuidados a sus descendientes.
Esto es un claro reflejo de la importancia del ambiente y de las pautas de comportamiento como otra serie de factores implicados en la dominancia.
Las ventajas de ser un individuo dominante
Sin lugar a dudas, el hecho de que un individuo cuente con una conducta marcadamente dominante puede resultar de gran ayuda en según qué situaciones, y puede proporcionar importantes ventajas y beneficios. Tanto es así, que los ejemplares más autoritarios disfrutan de un mayor éxito reproductor que los individuos subordinados, tienen una mayor tasa de supervivencia y disponen, además, de mayores reservas de grasas, debido a que realizan una mayor inversión de tiempo en la alimentación.
También, los individuos dominantes corren un menor riesgo de ser depredados, ya que frecuentemente ocupan las áreas menos peligrosas, las más seguras. Mientras tanto, en el lado opuesto encontramos a los individuos subordinados, los cuales suelen habitar los territorios más periféricos y, por tanto, se encuentran más expuestos ante los depredadores.
Esta situación que se da en cuanto a la distribución de los individuos es característica, por ejemplo, en grupos como los ungulados o las aves. De hecho, gracias a un estudio desarrollado en torno a las rapaces nocturnas de los bosques escandinavos, se pudo observar que todos los páridos (familia de paseriformes que incluye especies como el carbonero o el herrerillo) aparecidos en las egagrópilas de las grandes rapaces eran ejemplares subordinados. ¿Cómo es posible saberlo? Porque estas presas eran ejemplares que se encontraban anillados, marcados por el ser humano…
De cualquier manera, los individuos subordinados pueden abandonar temporalmente estos territorios adversos si las condiciones son demasiado desfavorables, o si los ejemplares dominantes del grupo son exageradamente agresivos, con el objetivo de localizar áreas más convenientes.
Los inconvenientes de ser un individuo dominante
A pesar de las ventajas que acabamos de analizar, el comportamiento agresivo de los animales dominantes también supone, en muchas ocasiones, una serie de inconvenientes que pueden influir de forma negativa en su día a día: por ejemplo, tienen que hacer frente a un mayor número de combates y luchas, sufren un mayor gasto metabólico, padecen estrés, sus provocadoras pautas de conducta les hacen ser más visibles ante los depredadores, etc.
Una de las desventajas más llamativas de los individuos dominantes es que, indirectamente, éstos siempre protegen a los subordinados (defienden a la totalidad del grupo en realidad), por lo que si los autoritarios faltan o desaparecen en un momento dado, los subordinados tendrán una menor tasa de supervivencia y, consecuentemente, la viabilidad de la comunidad se verá comprometida.
Para finalizar, cabe destacar que no todas las decisiones de los individuos dominantes son beneficiosas para el conjunto, y aún así, los subordinados suelen seguirles sin miramientos. Es el caso de los babuinos (Papio), los cuales siguen con mucho empeño a su líder aunque eso suponga, por ejemplo, obtener menos cantidad de comida para el grupo. Unos costes que, en definitiva, deben ser capaces de asumir.
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